
Diversos estudios han concluido en que existe un gen que influye en la generosidad.
Una cualidad, tendencia o rasgo de carácter, tan bueno (o malo) como cualquier otro, que mis amigos cercanos, familiares y colegas han reconocido de alguna manera en mí, después de un ejercicio prescrito por un “coach” hace algunos años.
Según las definiciones del diccionario, también se aplica al valor y esfuerzo en las empresas arduas. También cuando se obra con nobleza de ánimo. Es por esto por lo que me pregunto cómo esta actitud se integra en el desempeño y en las relaciones de cada uno/a de nosotros/as en el mundo profesional.
Y sobre todo cómo saber conjugar justamente esta tendencia a ayudar a los demás y a dar las cosas propias sin esperar nada a cambio, con los consejos de este sabio famoso proverbio árabe que siempre parece bueno recordar:
“No digas todo lo que sabes.
No hagas todo lo que puedes.
No creas todo lo que oyes.
No gastes todo lo que tienes.
Porque:
El que dice todo lo que sabe;
El que hace todo lo que puede;
El que cree todo lo que oye;
El que gasta todo lo que tiene,
Muchas veces:
Dice lo que no conviene;
Hace lo que no debe;
Juzga lo que no ve;
Gasta lo que no puede”

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